Estuvo el río, siempre igual. Desconocido casi por nosotros y tan verdadero desde la otra costa.
Y todo transcurre tan sencillamente, tan bien, que siento que se desliza sobre el agua, como estamos yendo, hacia la otra costa.
Y por mi cabeza corren frases ya dichas muchas veces, y que otros dijeron.
Y por mis ojos pasan imágenes: su mano izquierda completando un crucigrama, su cara escondida tras el pelo, y nuestros abrigos sobre mi mochila.
La felicidad es tan sencilla...
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