martes, julio 31, 2007

Poesía

Hacia el porvenir partieron sombras,
rumbo a mañana, algo de oscuridad.
Fue sobrevivir porque el sol de hoy
no pudo más.


No estarán completas las auroras,
quejas de mi lucirá la claridad.
Porque lo que yo tanto pretendí,
demorará...


Por más que quise bendecirme,
y más, purificarme,
yo era carne, yo era yo.
Lo que con amor hacia una mano,
lo rompía con otra el desamor.
Yo no creo que haya sido en vano,
pero pudo ser mucho mejor

Hacia el porvenir partieron sombras,
cuando no alcance sólo podré alertar...
Si alguien me oye allí,
no se olvide pues, de iluminar,
de iluminar.

Silvio Rodriguez (Hacia el porvenir)

Escritura.

Hoy leí en La Nación ( que va a hacer...) esta semblanza de Bergman.

Escenas de la vida de un genio
A los 89 años, falleció ayer el cineasta sueco que indagó como nadie en las profundidades de la condición humana

No sabremos si la muerte habrá tenido para él, como la imaginó más de una vez, el empolvado rostro de un payaso: aquel de mirada obscena y risa maliciosa que acosaba a Carl, el pobre tío inventor entre cuyos papeles encontró la inspiración para En presencia de un payaso (1997), o aquel otro, blanco y sin secretos, que conversaba mientras jugaba al ajedrez en El séptimo sello y había sido –como él mismo admitió– “el primer paso en la victoriosa lucha contra el miedo a la muerte”. La obra de Ingmar Bergman, al fin, conformó una única y dilatada película que era como un eco de su propia vida y sus propias angustias, un interminable interrogante sobre el sentido de la existencia, la muerte, el amor y la fe. Y también sobre la fascinación irresistible de la ficción, del arte como la tabla de salvación a la cual aferrarse como al espejismo que distrae y consuela y quizás hace posible elevarse cuando la muerte asedia y la única sensación que se percibe es la del hundimiento. La ficción del cine o la del teatro –por donde empezó su trayectoria impar– eran su modo de combatir el caos, de organizar el desorden. En ese afán, este gran inquisidor del alma humana puso cada vez más sus propias experiencias bajo el microscopio en una progresiva profundización de los grandes temas existenciales. Así, hizo del cine un espacio para la meditación filosófica y echó luz sobre la tragedia de la condición humana. No extraña que él solo ocupe uno de los capítulos más trascendentales de la historia del arte contemporáneo: su obra impuso al mundo una nueva forma de aproximarse al fenómeno cinematográfico. Sobre Ingmar Bergman se ha escrito todo, o casi todo. Se ha escudriñado en su biografía en busca de señales que explicaran el secreto de su genio; se lo interrogó –la mayor parte de las veces, en vano– esperando recibir, encerrados en los estrechos límites de las palabras, los sentimientos e intuiciones del mundo y de los hombres que él fue atrapando y traduciendo en imágenes durante casi toda una vida; se le destinaron los elogios más justos y los más ampulosos; sus películas, sus piezas teatrales, sus declaraciones periodísticas, sus puestas en escena, sus libros fueron desmenuzados hasta el descuartizamiento. Poco puede añadirse en estas pocas líneas de despedida. Habrá que repetir que ninguno de los grandes temas de la existencia le fue ajeno: de la vulnerabilidad del ser humano y su incapacidad para alcanzar los propios objetivos a las inestabilidades de la relación amorosa, del desasosiego y el temor ante el silencio de Dios a la soledad del individuo y la hipocresía que suele contaminar la relación con el prójimo. Y habrá que recordar datos sustanciales de su biografía: su nacimiento en Upsala, en 1918; su condición de hijo de un severo pastor luterano cuyo rígido código moral no admitía contravención alguna; su descubrimiento de las marionetas, origen de su fascinación por el teatro y en general por todo el arte de la representación; el famoso episodio doméstico de la Navidad de 1928, cuando un canje de regalos con su hermano mayor Dag le puso en las manos por primera vez un proyector de cine; sus primeras experiencias de espectador. También las primeras manifestaciones de esos demonios interiores que colmaron su infancia de pesadillas y arranques irracionales y que serían el antecedente de tantos desarreglos físicos y psíquicos padecidos en la vida adulta. De estos demonios, de aquella fascinación y de la férrea disciplina paterna, que lo llevó a la rebelión pero también marcó su modo de afrontar cada responsabilidad, se alimentó su obra, una única y extensa película que Bergman fue cincelando laboriosamente al tiempo que ganaba reconocimiento prácticamente unánime como gran artista -para muchos, el más grande- del cine contemporáneo. El alquimista Curiosa alquimia la que dio como resultado la sólida construcción bergmaniana. Los conflictos vividos en carne propia, la desesperada búsqueda de Dios, el miedo a la muerte, los duelos, los sinsabores afectivos le dieron el material para imaginar otras vidas más intensas que la real. La rigurosa disciplina que lo maltrató en la infancia le sirvió para controlar el tumulto interior y devolverlo transfigurado en emociones artísticas. Y el territorio donde pudo dar rienda suelta a su desolación, su escepticismo o su fe fue el de la fantasía, aquel mundo poético que había conocido llevado por las marionetas y que lo pondría después cara a cara con los films de Victor Sjöstrom y los dramas de August Strindberg. Entró en el cine como guionista de Alf Sjöberg y Gustav Molander antes de debutar como director con Crisis (1945). A esa primera serie de films en los que desfilan, nada casualmente, padres y profesores autoritarios, castigos, soledades y humillaciones pertenecen Prisión , La sed , Hacia la felicidad , Juventud, divino tesoro . Aquí, Un verano con Mónica fue, en 1953, su primer gran éxito. Su nombre ya empezaba a ser tan familiar como las audacias del cine sueco. (Fue en una muestra realizada en 1952 en Punta del Este donde el cineasta ganó su primer reconocimiento internacional.) Después, la crisis se tornó metafísica y se tradujo en obras admirables: El séptimo sello , La fuente de la doncella , Cuando huye el día , Detrás de un vidrio oscuro , El silencio . Otro tema fue el artista, la máscara, la mentira - Noche de circo , El rito , Persona- ; otro más, el universo femenino - Secretos de mujeres , Tres almas desnudas , Gritos y susurros- . Imposible reseñar una obra tan vasta, tan compleja y tan rica como ésta, que va de la travesura escéptica de Sonrisas de una noche de verano a la sabia reconciliación con la vida de Fanny y Alexander y al formidable ciclo sobre la vida en pareja que cerró en su obra final: Saraband . Esos títulos son la mejor prueba de la grandeza de su autor, un creador genial que hasta tuvo conciencia, autocrítica y valor para decidir el momento de su silencio. Son también testimonio de su triunfo final sobre la muerte y el olvido. Seguirán siéndolo. Por Fernando López Para LA NACION

Signo de los tiempos.

Volvió a la lectura. Hacía meses que su vista cansada no se detenía, para dejarse llevar por su placer.
En su bolso hoy conviven Marketing estratégico y el Manifiesto comunista.
Quizás en unas semanas retorne a la terapia.

viernes, julio 27, 2007

A pesar de las elecciones la sigo queriendo...

"Buenos Aires, para el alma mía
no habrá geografía mejor que el paisaje
de tus calles,
donde día a día me gasto los miedos,
las suelas y el traje...
No podría vivir con orgullo
mirando otro cielo que no fuera el tuyo...
porque aquí me duele un tango..."

martes, julio 24, 2007

Vuelos

Escucho Vuelos. De la cabeza. Y me emociona y enorgullece saber que mis sobrinos lo escuchan también...

jueves, julio 19, 2007

sábado, julio 14, 2007

Nieve.

¿Nieve? . Si, nieve.

martes, julio 10, 2007

Festejo.

Ayer, mientras disfrutaba de la nieve en la calle de mi madre, pasó un señor, mascullando un insulto, con olor a alcohol y una caja de cartón en la cabeza. Era un pobre.

sábado, julio 07, 2007

Desencuentro.

Te estoy buscando, pero no te encuentro.
Te siento tan cerca, pero no estás.
Me ilusiono que estás, pero no estás.
Me vuelvo tan simple, sólo por esperarte, que me siento una más, una persona más. Como las del subte.
Vas a estar y no vas a ser quien fuiste. Pero vas a estar.