
Me llama mucho la atención, y a la vez me angustia, esa distancia que existe entre los hechos colectivos y la perpeción individual que cada uno tiene de ellos. Sé, porque a mí me pasa lo mismo, que hay un gran desinterés por las elecciones, pero no puedo dejar de pensar que aquello que haga mi vecino, mi compañero de subte y de chat, va a influir en nuestras vidas. No puedo entender como no se entiende. No puedo. Entonces, vuelvo a algunas lecturas de antes:
"El primer fruto de esa imaginación -y la primera lección de la ciencia social que la encarna- es la idea de que el individuo sólo puede comprender su propia experiencia y evaluar su propio destino localizándose a sí mismo en su época; de que puede conocer sus propias posibilidades en la vida si conoce las de todos los individuos que se hallan en sus circunstancias. Es, en muchos aspectos, una lección terrible, y en otros muchos una lección magnífica. No conocemos los límites de la capacidad humana para el esfuerzo supremo o para la degradación voluntaria, para la angustia o para la alegría, para la brutalidad placentera o para la dulzura de la razón. Pero en nuestro tiempo hemos llegado a saber que los límites de la «naturaleza humana» son espantosamente dilatados. Hemos llegado a saber que todo individuo vive de una generación a otra, en una sociedad, que vive una biografía, y que la vive dentro de una sucesión histórica. Por el hecho de vivir contribuye, aunque sea en pequeñísima medida, a dar forma a esa sociedad y al curso de su historia, aun cuando él está formado por la sociedad y por su impulso histórico."
CHARLES WRIGHT MILLS: La imaginación sociológica. FCE, México
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